La presencia de pantallas en el día a día de los niños es ya parte de la vida moderna. Sin embargo, su uso temprano, prolongado y sin supervisión continúa generando preocupación entre especialistas en desarrollo infantil.
Irritabilidad, dolores de cabeza, dificultades para dormir y una reducción del juego activo son algunos de los efectos que la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Asociación Española de Pediatría (AEP) han venido advirtiendo. El desafío actual no es eliminar la tecnología, sino aprender a usarla con responsabilidad.
Así lo confirma Ghada Aboud, coordinadora del programa en Educación Infantil de la Universidad Europea, quien alerta sobre la velocidad y fragmentación de muchos contenidos digitales. “Se resiente la atención sostenida, los niños se cansan antes de leer o escuchar y el cerebro llega más fatigado al aprendizaje”, explica. Esa sobreestimulación, sumada a la falta de movimiento físico, termina afectando el rendimiento escolar y la calidad del sueño. “Dormir bien y moverse a diario son tan esenciales como una buena dieta”, recuerda.
Lenguaje, interacción y límites son claves para un uso saludable
El impacto no solo es cognitivo: también alcanza al lenguaje. Cuando la pantalla sustituye la conversación, el desarrollo comunicativo se ralentiza. “Para hablar y comprender necesitamos interacción real. Mirar a la cara, turnarnos para hablar y jugar con las palabras. Sin ese diálogo, el vocabulario crece más despacio”, señala Aboud.
Asimismo, la experta insiste en que el problema no es la tecnología en sí, sino la falta de acompañamiento adulto. Una aplicación educativa guiada no equivale a un consumo pasivo de videos encadenados.
Las recomendaciones son claras y aplicables en cualquier hogar:
✅ Crear zonas libres de pantallas en dormitorios y comedores.
✅ Apagar dispositivos al menos una hora antes de dormir.
✅ Favorecer la exposición a luz natural por la mañana.
✅ Priorizar el juego activo, la lectura compartida y las actividades al aire libre.
El ejemplo familiar es determinante. “Los niños aprenden por imitación. Si nos ven con el móvil en la mesa, pedirles que lo guarden no funciona. El mejor control parental es el ejemplo”, afirma. También sugiere acompañar a los más pequeños en los contenidos que consumen, formulando preguntas sencillas como: “¿Qué estás viendo?”, “¿qué te gusta?” o “¿qué entendiste?”. Con ello, la pantalla deja de ser una niñera electrónica y se convierte en una herramienta educativa sostiene la docente.
¡Logremos que más familias creen hábitos digitales saludables! Comparta esta nota y ayudemos a proteger el desarrollo de los niños en la era de las pantallas.
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